Te quiero, sin más.

Adoro tu mirada perdida
esperando por algo,
tu pelo sin gomina despeinándose
cuidadosamente, la sonrisa pícara
cuando pensamos lo mismo,
que salte tu nombre en el chat,
que escondas la cara en la almohada
en la mañana con gracia para hacerme reír,
nuestras conversaciones subidas de tono,
tus bermudas, las mordidas en el
hombro, e incluso las venas de tus manos,
tus labios en mi cuello como una
declaración de intenciones, los
masajes en los pies y hasta tu forma de pensarme.

El sol, tras las nubes.

Me divierte pensar que
cuanto más oscuro el cielo,
más brilla el mar.

Agotar las horas hasta fin de existencias.

Piensa nuevos
planes, y rapta el tiempo
para los dos.

Proposiciones varias.

Yo pongo el desayuno,
tú pones la cama.

Tranquiliza también mi insomnio.

Y te cuesta darte cuenta de
que si quizás me dijeses alguna
vez por qué yo y no ella, ahorraría
en dolores ahogados, lágrimas amargas
y dardos envenenados. Quizás aún no
has intentado probar a consolarme, quererme
y susurrarme, antes que molestarte. Ese
día tal vez cambiará. No sé  cuándo
ni cómo, pero lo hará.

Veremos.

Dicen que para tener
un arcoiris hace falta
un poco de lluvia.
Creo que esto es
un monzón.

#asúmeloya.

"Vuela amor,
vuela dolor".

Así.

Con la mirada perdida
o concentrada, distante e
incluso a veces fría y
lejana. Tenía la habilidad de,
pese a todo, contar las cosas
buenas con la misma
ilusión con la que lo haría
un niño. Era dulce e inocente,
a la par que comedida y calculadora.
Fría y ardiente en su ser.

Encuéntrate...

... en su sonrisa.

Y no sé.

Cómo ardes en el recuerdo.
Como hieres sin
siquiera estar conmigo.

Que no.

No quiero millones de flores.
No quiero estar en alguna
red social para que me sientas.
No quiero tampoco pasar
 mis 24 horas del día contigo,
 tranquilo.  Tampoco quiero
 que toda tu miradas e limite
a mi ser. No necesito nada de eso.
Solo que vuelva a parecer esto lo de antes.

Créetelo.

Elijo ser masoca, para
así, seguirte queriendo.

De lo que cuesta hacer una coraza de presente para que no irrumpa el pasado.

Lo guardaré. Lo guardaré en el
fondo más profundo de mi alma, de
 mi ser y de mi silencio. Lo
 guardaré hasta que queme, hasta
 que arda por dentro. Lo guardaré
 porque de nada sirve hablar, de
nada sirve discutir más. Nada
 me podrá hacer entrar en razón, pero
 a ti menos. Nada me podrá hacer ver
 que no soy ni seré la única que te
pueda decir que eres el mejor, tampoco
 la única que se siente en tus piernas, ni
la única que te rodee con los brazos, tampoco
 la primera en saber algo importante, ni la
 primera en consolarte, si quiera la primera
 que te dé las buenas noches.
Pero a pesar de ello me queda pensar
que soy la que mejor lo hace.

Cúantas.

Tantas veces te
he pedido lluvia para
calmar estas cenizas.

Lento, lento, lento.

Cómo ardes
en los labios,
cómo dueles en la piel.

Porque sí, porque no.

Soltarte el pelo
oprimida en la coleta, con
la música a tope, y que la brisa
 se lleve todo lo que asusta.

Mi promesa a cambio de tu lealtad.

Sí, puede que tal vez sea un poco controladora;
me acuesto los viernes agotada ya por la
hora que es, sin desmaquillarme; mis enfados tardan
en irse de manera inversamente proporcional
a como vienen; los domingos me los paso
 comiendo y también es el día en que más desordenado
tengo el cuarto; luego de enfadarnos me callo;
soy muy impulsiva; tardo en arreglarme; soy
casi tan despistada como patosa...
A pesar de todo te quiero. Sé que no es
suficiente, pero es lo único mejor
que te puedo ofrecer.